La Constitución es la ley suprema del estado argentino. Si no se la respeta, poco cabe esperar de las leyes de menor valía. Aquí iré enlistando las violaciones hechas por el presidente Kirchner a la misma.
- Scioli, candidato a gobernador de Buenos Aires (30/11/2006). La Constitución requiere 5 años de ciudadanía en la provincia, que Scioli no cumple ya que no vivió ni un solo año en ella después de cumplir los 18 (que es cuando un individuo es considerado ciudadano). Además, el espíritu de la ley (aunque no aclarado en la misma) apunta a que hayan sido los últimos 5 años, ya que si no el candidato no puede estar embebido en los problemas actuales de la región. Aún así, el oficialismo apoya la candidatura de Kirchner, diciendo que se debe entender que debe haber sido ciudadano argentino por 5 años (¡yo podría ser candidato a gobernador de Formosa, donde nunca estuve!). Ver nota.
- Atenta contra la independencia judicial (1/12/2006). Dicha independencia no existe y probablemente no haya existido nunca, pero Kirchner no ha hecho nada para cambiar la situación. Después de la reforma del Consejo de la Magistratura (para una "mayor eficiencia", era la excusa), las cartas quedan claras hoy. El Consejo es oficialmente kirchnerista. Ver nota.
- Abusa de la ley de emergencia económica (13/12/2006). Cinco años después del corralito y la renuncia de De La Rua, el país sigue bajo la ley de emergencia económica, que le cede al presidente facultades propias de otros poderes. Hoy día la Argentina puede estar en emergencia social, pero todavía no ha llegado la próxima crisis económica. Esta ley, prevista para situaciones de excepción, ha pasado a ser parte del funcionamiento político argentino. El equilibro de los tres poderes, esa sí es una situación de excepción. Las notas sobran, aquí hay una.
jueves, 30 de noviembre de 2006
miércoles, 29 de noviembre de 2006
Transportes
Aquí opinaré un poco sobre la infrastructura de transportes en Argentina.
El transporte público está reducido a su mínima expresión. El metro sólo está presente en Buenos Aires, con cinco líneas mal diagramadas que cubren sólo una mínima extensión de lo que ya de por sí es una parte pequeña de la ciudad (la Capital Federal). Para trasladarse de las líneas A, B, D o E a una paralela es necesario ir hasta el final de la línea y trasbordar o realizar dos trasbordos, uno a través de la congestionada línea C (que también está casi al final de la línea). Por poner un contraste, Barcelona tiene la décima parte de la población, con una red de metro que cubre toda la ciudad y pueblos aledaños, con más líneas de metro y diagramado de tal manera que todas las líneas se cruzan con las demás una o dos veces en su trayecto (así que nunca es necesario más de un trasbordo).
El tren como medio de transporte público también está presente únicamente en Buenos Aires, y es extremadamente lento (ya que va por la superficie casi todo su recorrido), tiene únicamente tres puntos de finalización de trayecto, las líneas no permiten un transbordo directo entre ellas y por si fuera poco están saturados, son impuntuales y están hechos pedazos.
El colectivo (autobús en España) es el medio de transporte público por excelencia en Argentina. Sólo en Capital Federal tiene una frecuencia razonable. En todo el país su precio es excesivo (en Mar del Plata, en relación al poder adquisitivo, cuesta el doble que trasladarse libremente en metro, tren y autobús por toda Barcelona). No hay ningún tipo de control por su puntualidad (en Barcelona se puede saber cuándo llegará el próximo con un SMS, por ejemplo, aunque la frecuencia diurna no excede los cinco minutos). En Mar del Plata el 551, que pasa con una frecuencia teórica de uno por hora durante la noche, puede llegar a la parada hasta 20 minutos adelantado o 30 retrasado: en la práctica, eso quiere decir que da igual a qué hora vayas a esperarlo, tienes que contar con un promedio de 30 minutos para que pase.
Si bien es el medio de transporte que requiere menor inversión, es también el más lento. A diferencia del tren (cuando es subterráneo) o el metro, lo afectan los semáforos, las manifestaciones, el tránsito y el clima. Debido al costo de no tener un ticket unificado, que permita trasbordos indefinidos durante un período de tiempo, sólo son viables en el interior del país aquellas líneas que atraviesan el centro, por lo cual el recorrido tiende a ser ineficiente.
Nadie se preocupa por la calidad del servicio ni por el tiempo que pierden día a día los argentinos. Para ir a la universidad, yo esperaba al 543 un promedio de 15 minutos (la frecuencia era de 30), para luego pagar un pasaje carísimo, ir casi tan incómodo sentado como parado, demorar 40 minutos para recorrer una distancia lineal de 6 kms., y caminar luego 12 cuadras. Basta multiplicar esto por 10 para saber que, hoy día, en una semana gastaría 11 pesos y perdería 670 minutos de mi vida (¡¡¡11 horas por 5 días, por 20 horas de clase!!!).
El transporte de mercaderías no está mejor. Las escasas líneas férreas existentes en el país han sido desmanteladas durante el gobierno menemista, dejando como única alternativa el transporte en camiones (no hay casi infraestructura para el traslado por barcos). Eso encarece enormemente los costos de los productos realizados en casi todo el país, concentrando la inversión en las ciudades-puerto por una cuestión de competitividad. Trasladar mercaderías desde Mendoza hasta Buenos Aires implica más costo humano (una persona en un tren puede llevar más mercadería que un camionero en su camión), costos de peaje, mayor costo de combustible, etc. El país pierde competitividad sólo para que haya más camioneros (aunque si las inversiones se concentran en las ciudades puerto, los camioneros serán cada vez menos necesarios). En otros países el traslado de grandes distancias se hace en trenes, y desde la estación más cercana hasta el lugar de destino se hace en camiones, ya que claramente el tren no hace un servicio puerta a puerta.
Esta situación no parece que vaya a mejorar, por las siguientes razones:
- El sindicato de camioneros, el más poderoso del país y aliado del gobierno, quiere que esto sea así, llegando a intimidar por la fuerza a sus oponentes. Prefieren el pan de hoy aunque sea hambre para mañana, ya que las empresas que produzcan un gran tonelaje de mercadería tienden a ubicarse cerca de las ciudades-puerto salvo que haya una cuestión de acceso a los recursos de por medio (por ejemplo, las vitivinícolas). Aún así, este sindicato, mediante la extorsión, está haciendo que el poder adquisitivo y el desarrollo industrial de sus compatriotas sea menor. El costo de trasladar una botella de vino a Mar del Plata está incluido en el precio, en la situación actual si compro un Malbec estoy subsidiando a un sindicato.
- La falta de control creciente sobre las empresas de transporte público, consecuencia de la desidia generalizada y a la aparente inutilidad de las protestas y denuncias contra los funcionarios y las empresas.
- La monopolización de los trayectos: muchos recorridos sólo pueden ser realizados con una empresa específica, y un trasbordo duplica el costo para el usuario.
- La monopolización del servicio: las empresas de transporte público se están consolidando en monopolios mayores. En Mar del Plata, yo antes podía elegir entre esperar 15 minutos el 553 y caminar 5 cuadras y esperar 10 minutos el 541. Ahora ambas líneas pertenecen a la misma empresa, y como ya no compiten entre sí la frecuencia ha empeorado.
- La corrupción: los empresarios del transporte público realizan intercambios turbios con funcionarios públicos. Sólo así se explica el vergonzoso aumento de tarifas, sin presentar ningún balance de cuentas, que el intendente marplatense Katz ha autorizado dos veces en menos de seis meses.
- La perspectiva cortoplacista de los empresarios, que prefieren maximizar el beneficio actual y luego preocuparse por el beneficio futuro. Es mejor aumentar el precio del boleto que aumentar la cantidad de clientes. En Mar del Plata se ha producido un verdadero éxodo hacia el auto y la bicicleta. Si las empresas de colectivos tienen cada vez menos clientes no es porque haya cada vez menos gente en la ciudad, sino por sus tarifas. Si el costo aumenta y la calidad se mantiene o disminuye, salvo que estemos ante un monopolio, está claro que el producto es menos tentador. Como no hay competencia entre las líneas de transporte, la única escapatoria a este monopolio ha sido comprar un vehículo propio. El Primer Mundo, por el contrario, apuesta por la dirección contraria: aumentar la calidad del servicio así se reduce la cantidad de coches.
- La distorsión de los precios actual, que permite a los empresarios tener una excusa para su falta de inversión en nuevas unidades, reclamar un aumento de tarifas y de subsidios. Al comprar un litro de leche se está pagando parte de la gasolina de los colectivos y parte de un dinero que se les paga (en particular en Buenos Aires) por existir y no hacer huelga. Por si todo eso fuera poco, igual hay que pagar un boleto carísimo. La gasolina que pagan no está más cara que antes de la crisis. Los sueldos no han aumentado tanto como el boleto. No se invierte en nuevas unidades. ¿Cuál es la justificación para que la ciudadanía gaste más dinero, por dos caminos separados? Cierto: que el Ministerio de Planificación de Julio De Vido necesita más dinero para la jubilación del presidente, y que los intendentes también quieren su cuentita en Suiza.
- La falta de transparencia. Debería poder accederse fácilmente por Internet a los balances de estas empresas, además de a los horarios del recorrido. Ni que decir a las declaraciones juradas de intendentes y empresarios...
Todo esto puede sonar poco importante. Pero te invito a pensar, mientras vas en un transporte público, qué podrías hacer si tuvieras varias horas libres más por semana y qué comprarías con el dinero que te sobre después de pagar un boleto más barato (o un IVA más bajo en todos los productos).
El transporte público está reducido a su mínima expresión. El metro sólo está presente en Buenos Aires, con cinco líneas mal diagramadas que cubren sólo una mínima extensión de lo que ya de por sí es una parte pequeña de la ciudad (la Capital Federal). Para trasladarse de las líneas A, B, D o E a una paralela es necesario ir hasta el final de la línea y trasbordar o realizar dos trasbordos, uno a través de la congestionada línea C (que también está casi al final de la línea). Por poner un contraste, Barcelona tiene la décima parte de la población, con una red de metro que cubre toda la ciudad y pueblos aledaños, con más líneas de metro y diagramado de tal manera que todas las líneas se cruzan con las demás una o dos veces en su trayecto (así que nunca es necesario más de un trasbordo).
El tren como medio de transporte público también está presente únicamente en Buenos Aires, y es extremadamente lento (ya que va por la superficie casi todo su recorrido), tiene únicamente tres puntos de finalización de trayecto, las líneas no permiten un transbordo directo entre ellas y por si fuera poco están saturados, son impuntuales y están hechos pedazos.
El colectivo (autobús en España) es el medio de transporte público por excelencia en Argentina. Sólo en Capital Federal tiene una frecuencia razonable. En todo el país su precio es excesivo (en Mar del Plata, en relación al poder adquisitivo, cuesta el doble que trasladarse libremente en metro, tren y autobús por toda Barcelona). No hay ningún tipo de control por su puntualidad (en Barcelona se puede saber cuándo llegará el próximo con un SMS, por ejemplo, aunque la frecuencia diurna no excede los cinco minutos). En Mar del Plata el 551, que pasa con una frecuencia teórica de uno por hora durante la noche, puede llegar a la parada hasta 20 minutos adelantado o 30 retrasado: en la práctica, eso quiere decir que da igual a qué hora vayas a esperarlo, tienes que contar con un promedio de 30 minutos para que pase.
Si bien es el medio de transporte que requiere menor inversión, es también el más lento. A diferencia del tren (cuando es subterráneo) o el metro, lo afectan los semáforos, las manifestaciones, el tránsito y el clima. Debido al costo de no tener un ticket unificado, que permita trasbordos indefinidos durante un período de tiempo, sólo son viables en el interior del país aquellas líneas que atraviesan el centro, por lo cual el recorrido tiende a ser ineficiente.
Nadie se preocupa por la calidad del servicio ni por el tiempo que pierden día a día los argentinos. Para ir a la universidad, yo esperaba al 543 un promedio de 15 minutos (la frecuencia era de 30), para luego pagar un pasaje carísimo, ir casi tan incómodo sentado como parado, demorar 40 minutos para recorrer una distancia lineal de 6 kms., y caminar luego 12 cuadras. Basta multiplicar esto por 10 para saber que, hoy día, en una semana gastaría 11 pesos y perdería 670 minutos de mi vida (¡¡¡11 horas por 5 días, por 20 horas de clase!!!).
El transporte de mercaderías no está mejor. Las escasas líneas férreas existentes en el país han sido desmanteladas durante el gobierno menemista, dejando como única alternativa el transporte en camiones (no hay casi infraestructura para el traslado por barcos). Eso encarece enormemente los costos de los productos realizados en casi todo el país, concentrando la inversión en las ciudades-puerto por una cuestión de competitividad. Trasladar mercaderías desde Mendoza hasta Buenos Aires implica más costo humano (una persona en un tren puede llevar más mercadería que un camionero en su camión), costos de peaje, mayor costo de combustible, etc. El país pierde competitividad sólo para que haya más camioneros (aunque si las inversiones se concentran en las ciudades puerto, los camioneros serán cada vez menos necesarios). En otros países el traslado de grandes distancias se hace en trenes, y desde la estación más cercana hasta el lugar de destino se hace en camiones, ya que claramente el tren no hace un servicio puerta a puerta.
Esta situación no parece que vaya a mejorar, por las siguientes razones:
- El sindicato de camioneros, el más poderoso del país y aliado del gobierno, quiere que esto sea así, llegando a intimidar por la fuerza a sus oponentes. Prefieren el pan de hoy aunque sea hambre para mañana, ya que las empresas que produzcan un gran tonelaje de mercadería tienden a ubicarse cerca de las ciudades-puerto salvo que haya una cuestión de acceso a los recursos de por medio (por ejemplo, las vitivinícolas). Aún así, este sindicato, mediante la extorsión, está haciendo que el poder adquisitivo y el desarrollo industrial de sus compatriotas sea menor. El costo de trasladar una botella de vino a Mar del Plata está incluido en el precio, en la situación actual si compro un Malbec estoy subsidiando a un sindicato.
- La falta de control creciente sobre las empresas de transporte público, consecuencia de la desidia generalizada y a la aparente inutilidad de las protestas y denuncias contra los funcionarios y las empresas.
- La monopolización de los trayectos: muchos recorridos sólo pueden ser realizados con una empresa específica, y un trasbordo duplica el costo para el usuario.
- La monopolización del servicio: las empresas de transporte público se están consolidando en monopolios mayores. En Mar del Plata, yo antes podía elegir entre esperar 15 minutos el 553 y caminar 5 cuadras y esperar 10 minutos el 541. Ahora ambas líneas pertenecen a la misma empresa, y como ya no compiten entre sí la frecuencia ha empeorado.
- La corrupción: los empresarios del transporte público realizan intercambios turbios con funcionarios públicos. Sólo así se explica el vergonzoso aumento de tarifas, sin presentar ningún balance de cuentas, que el intendente marplatense Katz ha autorizado dos veces en menos de seis meses.
- La perspectiva cortoplacista de los empresarios, que prefieren maximizar el beneficio actual y luego preocuparse por el beneficio futuro. Es mejor aumentar el precio del boleto que aumentar la cantidad de clientes. En Mar del Plata se ha producido un verdadero éxodo hacia el auto y la bicicleta. Si las empresas de colectivos tienen cada vez menos clientes no es porque haya cada vez menos gente en la ciudad, sino por sus tarifas. Si el costo aumenta y la calidad se mantiene o disminuye, salvo que estemos ante un monopolio, está claro que el producto es menos tentador. Como no hay competencia entre las líneas de transporte, la única escapatoria a este monopolio ha sido comprar un vehículo propio. El Primer Mundo, por el contrario, apuesta por la dirección contraria: aumentar la calidad del servicio así se reduce la cantidad de coches.
- La distorsión de los precios actual, que permite a los empresarios tener una excusa para su falta de inversión en nuevas unidades, reclamar un aumento de tarifas y de subsidios. Al comprar un litro de leche se está pagando parte de la gasolina de los colectivos y parte de un dinero que se les paga (en particular en Buenos Aires) por existir y no hacer huelga. Por si todo eso fuera poco, igual hay que pagar un boleto carísimo. La gasolina que pagan no está más cara que antes de la crisis. Los sueldos no han aumentado tanto como el boleto. No se invierte en nuevas unidades. ¿Cuál es la justificación para que la ciudadanía gaste más dinero, por dos caminos separados? Cierto: que el Ministerio de Planificación de Julio De Vido necesita más dinero para la jubilación del presidente, y que los intendentes también quieren su cuentita en Suiza.
- La falta de transparencia. Debería poder accederse fácilmente por Internet a los balances de estas empresas, además de a los horarios del recorrido. Ni que decir a las declaraciones juradas de intendentes y empresarios...
Todo esto puede sonar poco importante. Pero te invito a pensar, mientras vas en un transporte público, qué podrías hacer si tuvieras varias horas libres más por semana y qué comprarías con el dinero que te sobre después de pagar un boleto más barato (o un IVA más bajo en todos los productos).
martes, 28 de noviembre de 2006
Democracia
Alfonsín ha dicho recientemente que la Argentina no vive en democracia. Tal vez no fuera el más adecuado para decirlo, pero estoy de acuerdo. Aquí van mis argumentos.
Hasta hace poco, ver que en países como Uruguay o Estados Unidos tenían sólo dos partidos en alternancia era considerado por muchos de nosotros como una ficción de democracia. Que un tercer partido no pudiera acceder al poder era una puerta abierta a un gobierno oligárquico, donde dos partidos fueran en realidad uno solo. Pues bien, desde 2001 la Argentina tiene un único partido político, que para reunir más votos se divide en dos poco antes de las elecciones y luego vuelve a cerrar filas. Esta maniobra de tenazas fue utilizada claramente en las elecciones donde Ménem se opuso a Kirchner y en las que Duhalde se opuso a Kirchner. Pero la realidad es que no hay oposición.
Otro motivo por el cual no hay democracia en Argentina es que el poder público está concentrado en un único poder, el Ejecutivo. El Poder Judicial, tal como hicieron los presidentes anteriores, depende del poder ejecutivo (de eso se trató la reforma del Consejo de la Magistratura, y por eso hay en este momento una lucha interna en el kirchnerismo para elegir el presidente de dicho Consejo). El Poder Legislativo, el Congreso, no legisla ni sesiona.
El Gobierno ni siquiera se esfuerza en simular que existan los tres poderes. Aún cuando podría aprobar automáticamente cualquier ley, ya que posee mayoría en ambas cámaras, prefiere gobernar por decreto y así ahorrarles el transporte (el tiempo, no los viáticos) a los legisladores. Aunque los decretos son una medida extraordinaria, para momentos de grave riesgo social, ayer se han promulgado 70 decretos juntos, entre los cuales se encuentran cuestiones críticas como la eliminación del mínimo y del máximo de los subsidios, y la eliminación del tope de los salarios públicos, aumentando el sueldo del Presidente.
Está claro que el presidente no respeta la Constitución, y nada puede frenarlo, ya que no tiene obstáculo alguno para cambiar los aspectos de la misma que no le convengan (el uso discrecional de los decretos de necesidad y urgencia, y la reforma inconstitucional de la Magistratura son sólo dos ejemplos). Alguien podrá decirme que se respeta la Constitución, al menos en el punto de las elecciones cada cuatro años. Claro que se respeta: no hay posibilidades de que Kirchner no sea reelecto en el 2007, y si la hubiera, la maniobra de tenazas ya ha probado su eficacia.
Finalmente, no existe oposición pública. Las manifestaciones en Argentina se dividen en tres grupos: aquellas que han sido organizadas y cuya asistencia es obligatoria (como las de los piqueteros, las gremiales, etc.), las que piden justicia y aquellas que tienen un motivo económico. El principio es el que sigue: mientras no se le quite mucho dinero de una vez a la clase media, o haya un asesinato o genocidio de por medio, es imposible que haya una manifestación que no esté organizada por el mismo Estado o una de sus instituciones (los sindicatos son instituciones estatales). De esto se sigue que jamás habrá una manifestación por una cuestión social, como es el derecho al trabajo, a la vivienda o a la educación, salvo que sea organizada por una institución estatal y el motivo sea sólo una fachada para ejercer presión política. Estoy convencido de que mientras el poder adquisitivo se vaya erosionando gradualmente (como lo hace ahora), Kirchner puede contar con una ciudadanía dócil. La erosión brutal de la hiperinflación es su único peligro.
Partido único, de marcada tendencia sectaria, poder judicial sumiso, legislatura que no legisla, población domesticada. Si alguien lo sabe, le pido que me explique por qué esto no podría ser el principio de un PRI mexicano, de un Chávez, de un Rodríguez Saá a nivel nacional.
También me gustaría ver algún signo de que esta situación vaya a mejorar en vez de empeorar. Aún relativizando todos estos argumentos, yo no lo veo. La única posibilidad que el crecimiento económico actual produzca un cambio hacia la democracia. Pero esta es una hipótesis arriesgada, y viendo a China o Venezuela yo no apostaría a favor.
Nota posterior:
También ya asistimos al estreno oficial de los desaparecidos en "democracia" (digo oficial porque ya los había antes, aunque no tenían nombre): se llama Jorge López.
Hasta hace poco, ver que en países como Uruguay o Estados Unidos tenían sólo dos partidos en alternancia era considerado por muchos de nosotros como una ficción de democracia. Que un tercer partido no pudiera acceder al poder era una puerta abierta a un gobierno oligárquico, donde dos partidos fueran en realidad uno solo. Pues bien, desde 2001 la Argentina tiene un único partido político, que para reunir más votos se divide en dos poco antes de las elecciones y luego vuelve a cerrar filas. Esta maniobra de tenazas fue utilizada claramente en las elecciones donde Ménem se opuso a Kirchner y en las que Duhalde se opuso a Kirchner. Pero la realidad es que no hay oposición.
Otro motivo por el cual no hay democracia en Argentina es que el poder público está concentrado en un único poder, el Ejecutivo. El Poder Judicial, tal como hicieron los presidentes anteriores, depende del poder ejecutivo (de eso se trató la reforma del Consejo de la Magistratura, y por eso hay en este momento una lucha interna en el kirchnerismo para elegir el presidente de dicho Consejo). El Poder Legislativo, el Congreso, no legisla ni sesiona.
El Gobierno ni siquiera se esfuerza en simular que existan los tres poderes. Aún cuando podría aprobar automáticamente cualquier ley, ya que posee mayoría en ambas cámaras, prefiere gobernar por decreto y así ahorrarles el transporte (el tiempo, no los viáticos) a los legisladores. Aunque los decretos son una medida extraordinaria, para momentos de grave riesgo social, ayer se han promulgado 70 decretos juntos, entre los cuales se encuentran cuestiones críticas como la eliminación del mínimo y del máximo de los subsidios, y la eliminación del tope de los salarios públicos, aumentando el sueldo del Presidente.
Está claro que el presidente no respeta la Constitución, y nada puede frenarlo, ya que no tiene obstáculo alguno para cambiar los aspectos de la misma que no le convengan (el uso discrecional de los decretos de necesidad y urgencia, y la reforma inconstitucional de la Magistratura son sólo dos ejemplos). Alguien podrá decirme que se respeta la Constitución, al menos en el punto de las elecciones cada cuatro años. Claro que se respeta: no hay posibilidades de que Kirchner no sea reelecto en el 2007, y si la hubiera, la maniobra de tenazas ya ha probado su eficacia.
Finalmente, no existe oposición pública. Las manifestaciones en Argentina se dividen en tres grupos: aquellas que han sido organizadas y cuya asistencia es obligatoria (como las de los piqueteros, las gremiales, etc.), las que piden justicia y aquellas que tienen un motivo económico. El principio es el que sigue: mientras no se le quite mucho dinero de una vez a la clase media, o haya un asesinato o genocidio de por medio, es imposible que haya una manifestación que no esté organizada por el mismo Estado o una de sus instituciones (los sindicatos son instituciones estatales). De esto se sigue que jamás habrá una manifestación por una cuestión social, como es el derecho al trabajo, a la vivienda o a la educación, salvo que sea organizada por una institución estatal y el motivo sea sólo una fachada para ejercer presión política. Estoy convencido de que mientras el poder adquisitivo se vaya erosionando gradualmente (como lo hace ahora), Kirchner puede contar con una ciudadanía dócil. La erosión brutal de la hiperinflación es su único peligro.
Partido único, de marcada tendencia sectaria, poder judicial sumiso, legislatura que no legisla, población domesticada. Si alguien lo sabe, le pido que me explique por qué esto no podría ser el principio de un PRI mexicano, de un Chávez, de un Rodríguez Saá a nivel nacional.
También me gustaría ver algún signo de que esta situación vaya a mejorar en vez de empeorar. Aún relativizando todos estos argumentos, yo no lo veo. La única posibilidad que el crecimiento económico actual produzca un cambio hacia la democracia. Pero esta es una hipótesis arriesgada, y viendo a China o Venezuela yo no apostaría a favor.
Nota posterior:
También ya asistimos al estreno oficial de los desaparecidos en "democracia" (digo oficial porque ya los había antes, aunque no tenían nombre): se llama Jorge López.
lunes, 27 de noviembre de 2006
Presentación
El lobo estepario me parece una excelente metáfora del observador. Durante las noches de invierno recorre las calles desiertas de los pueblos montañosos, observando a través de las ventanas la vida de personas que no se saben observadas. Además, ese lobo está por su condición separado de esa sociedad humana, y desde esa distancia puede estudiarla con mayor objetividad.
Chomsky habla del problema de Orwell, quien por cierto es el autor de la antiutopía 1984. La pregunta que se hace es: ¿por qué el ser humano acepta como verdaderos (o naturales) ciertos enunciados cuando hay una cantidad abrumadora de evidencia en contra? No tengo la respuesta, pero pienso que es fácil verificar que quien vive en una sociedad tiene normalmente una capacidad limitada para estudiar dicha sociedad. Es fácil indignarse con los norteamericanos que realmente creen que la invasión a Irak responde a fines humanitarios, pero me gustaría saber por qué razón un argentino tendría el privilegio de estar a salvo de esta ceguera con respecto a su propia sociedad. Por el contrario, creo que no está a salvo, e incluso le resulta difícil contrastar su cultura con otras, ya que los países cercanos comparten más de lo que se cree, y aunque sea por una cuestión de distancias y poder adquisitivo muy pocos llegan a conocer otras formas de pensar radicalmente diferentes.
Yo soy un argentino viviendo en Barcelona que intenta revisar sus valores y convicciones, descartando una parte y conservando otra. Al vivir un tiempo aquí, en este punto de encuentro de tantas culturas diferentes, uno se da cuenta de que lleva cosas dentro que no sabía que estaban, o que no se imaginaba que podían ser diferentes. En este blog me propongo hablar de esto y por eso también de política.
No entiendo a la política como aquello que un gobierno, en una supuesta esfera desligada del resto de la ciudadanía, le hace a un pueblo. Entiendo a la política como la manera en que el ciudadano intenta afectar las reglas de su sociedad, reconociendo que hay cargos e instituciones con una mayor capacidad de afectar dichas reglas. En otras palabras, creo que la actividad de alguien opinando sobre la sociedad en un bar, de un periodista, de un director de escuela o de un presidente tiene diferencias en cuanto a su importancia pero comparte ciertos principios similares. Que alguien se robe el cesto de una plaza porque le sirve para su cocina, aunque ese cesto lo pague toda la sociedad, me parece que está relacionado con el que un presidente venda YPF por un precio irrisorio para obtener un beneficio económico propio.
No espero que a ningún argentino le agrade lo que digo aquí. Son sólo opiniones, pero estoy dispuesto a defenderlas y hasta descartarlas si se me convence con argumentos de que estoy equivocado. Y, como vivo en España, puedo dormir tranquilo por las noches sabiendo que la policía (o la empresa 9 de Julio, en Mar del Plata, o la gente de Moyano, o los piqueteros, etc.), no me hará "desaparecer" en algún basural.
Finalmente, quiero limitar el uso de falacias aclarando que no tengo filiación política argentina alguna. Esto en principio no sería necesario, ya que lo que importa es el argumento, no quien lo diga, pero en Argentina suele ser la forma más rápida de desacreditar a alguien. Generalmente he votado a los socialistas, el único partido que no ha traicionado al país en el tiempo que he vivido allí - tal vez sólo porque no ha gobernado -.
Chomsky habla del problema de Orwell, quien por cierto es el autor de la antiutopía 1984. La pregunta que se hace es: ¿por qué el ser humano acepta como verdaderos (o naturales) ciertos enunciados cuando hay una cantidad abrumadora de evidencia en contra? No tengo la respuesta, pero pienso que es fácil verificar que quien vive en una sociedad tiene normalmente una capacidad limitada para estudiar dicha sociedad. Es fácil indignarse con los norteamericanos que realmente creen que la invasión a Irak responde a fines humanitarios, pero me gustaría saber por qué razón un argentino tendría el privilegio de estar a salvo de esta ceguera con respecto a su propia sociedad. Por el contrario, creo que no está a salvo, e incluso le resulta difícil contrastar su cultura con otras, ya que los países cercanos comparten más de lo que se cree, y aunque sea por una cuestión de distancias y poder adquisitivo muy pocos llegan a conocer otras formas de pensar radicalmente diferentes.
Yo soy un argentino viviendo en Barcelona que intenta revisar sus valores y convicciones, descartando una parte y conservando otra. Al vivir un tiempo aquí, en este punto de encuentro de tantas culturas diferentes, uno se da cuenta de que lleva cosas dentro que no sabía que estaban, o que no se imaginaba que podían ser diferentes. En este blog me propongo hablar de esto y por eso también de política.
No entiendo a la política como aquello que un gobierno, en una supuesta esfera desligada del resto de la ciudadanía, le hace a un pueblo. Entiendo a la política como la manera en que el ciudadano intenta afectar las reglas de su sociedad, reconociendo que hay cargos e instituciones con una mayor capacidad de afectar dichas reglas. En otras palabras, creo que la actividad de alguien opinando sobre la sociedad en un bar, de un periodista, de un director de escuela o de un presidente tiene diferencias en cuanto a su importancia pero comparte ciertos principios similares. Que alguien se robe el cesto de una plaza porque le sirve para su cocina, aunque ese cesto lo pague toda la sociedad, me parece que está relacionado con el que un presidente venda YPF por un precio irrisorio para obtener un beneficio económico propio.
No espero que a ningún argentino le agrade lo que digo aquí. Son sólo opiniones, pero estoy dispuesto a defenderlas y hasta descartarlas si se me convence con argumentos de que estoy equivocado. Y, como vivo en España, puedo dormir tranquilo por las noches sabiendo que la policía (o la empresa 9 de Julio, en Mar del Plata, o la gente de Moyano, o los piqueteros, etc.), no me hará "desaparecer" en algún basural.
Finalmente, quiero limitar el uso de falacias aclarando que no tengo filiación política argentina alguna. Esto en principio no sería necesario, ya que lo que importa es el argumento, no quien lo diga, pero en Argentina suele ser la forma más rápida de desacreditar a alguien. Generalmente he votado a los socialistas, el único partido que no ha traicionado al país en el tiempo que he vivido allí - tal vez sólo porque no ha gobernado -.
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