El lobo estepario me parece una excelente metáfora del observador. Durante las noches de invierno recorre las calles desiertas de los pueblos montañosos, observando a través de las ventanas la vida de personas que no se saben observadas. Además, ese lobo está por su condición separado de esa sociedad humana, y desde esa distancia puede estudiarla con mayor objetividad.
Chomsky habla del problema de Orwell, quien por cierto es el autor de la antiutopía 1984. La pregunta que se hace es: ¿por qué el ser humano acepta como verdaderos (o naturales) ciertos enunciados cuando hay una cantidad abrumadora de evidencia en contra? No tengo la respuesta, pero pienso que es fácil verificar que quien vive en una sociedad tiene normalmente una capacidad limitada para estudiar dicha sociedad. Es fácil indignarse con los norteamericanos que realmente creen que la invasión a Irak responde a fines humanitarios, pero me gustaría saber por qué razón un argentino tendría el privilegio de estar a salvo de esta ceguera con respecto a su propia sociedad. Por el contrario, creo que no está a salvo, e incluso le resulta difícil contrastar su cultura con otras, ya que los países cercanos comparten más de lo que se cree, y aunque sea por una cuestión de distancias y poder adquisitivo muy pocos llegan a conocer otras formas de pensar radicalmente diferentes.
Yo soy un argentino viviendo en Barcelona que intenta revisar sus valores y convicciones, descartando una parte y conservando otra. Al vivir un tiempo aquí, en este punto de encuentro de tantas culturas diferentes, uno se da cuenta de que lleva cosas dentro que no sabía que estaban, o que no se imaginaba que podían ser diferentes. En este blog me propongo hablar de esto y por eso también de política.
No entiendo a la política como aquello que un gobierno, en una supuesta esfera desligada del resto de la ciudadanía, le hace a un pueblo. Entiendo a la política como la manera en que el ciudadano intenta afectar las reglas de su sociedad, reconociendo que hay cargos e instituciones con una mayor capacidad de afectar dichas reglas. En otras palabras, creo que la actividad de alguien opinando sobre la sociedad en un bar, de un periodista, de un director de escuela o de un presidente tiene diferencias en cuanto a su importancia pero comparte ciertos principios similares. Que alguien se robe el cesto de una plaza porque le sirve para su cocina, aunque ese cesto lo pague toda la sociedad, me parece que está relacionado con el que un presidente venda YPF por un precio irrisorio para obtener un beneficio económico propio.
No espero que a ningún argentino le agrade lo que digo aquí. Son sólo opiniones, pero estoy dispuesto a defenderlas y hasta descartarlas si se me convence con argumentos de que estoy equivocado. Y, como vivo en España, puedo dormir tranquilo por las noches sabiendo que la policía (o la empresa 9 de Julio, en Mar del Plata, o la gente de Moyano, o los piqueteros, etc.), no me hará "desaparecer" en algún basural.
Finalmente, quiero limitar el uso de falacias aclarando que no tengo filiación política argentina alguna. Esto en principio no sería necesario, ya que lo que importa es el argumento, no quien lo diga, pero en Argentina suele ser la forma más rápida de desacreditar a alguien. Generalmente he votado a los socialistas, el único partido que no ha traicionado al país en el tiempo que he vivido allí - tal vez sólo porque no ha gobernado -.
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